Entre los efectos del cambio climático en el país se encuentra la disminución de las precipitaciones -entre 20% y 40% según la zona-, el aumento de la evaporación y la alteración de los patrones de deshielo, lo que ha incrementado la escasez hídrica, siendo una de las soluciones posibles invertir en seguridad hídrica a través de nuevos proyectos de desalación, reúso y transporte de agua.
Palacios enfatiza que “necesitamos incrementar la oferta de agua en las cuencas deficitarias: la disminución esperada de más del 50% en la disponibilidad de fuentes continentales hacia el periodo 2030-2060 en las zonas norte y central del país, nos fuerza a diversificar las fuentes de agua disponibles. Adaptarse al cambio climático es esencial para asegurar la calidad de vida de las futuras generaciones y el desarrollo sostenible de nuestro país, siendo uno de nuestros principales desafíos financiar el bien público que es la seguridad hídrica”.
Las regiones más afectadas incluyen Atacama, Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, Ñuble y Magallanes, abarcando 13 provincias, siendo la desalación de agua de mar y el reúso de aguas residuales una solución efectiva en muchas de ellas, no sólo porque permiten garantizar un suministro permanente de forma sostenible, sino que también porque liberan presión a las fuentes continentales beneficiando a las comunidades y medio ambiente. Actualmente el 80% del suministro de la ciudad de Antofagasta proviene de agua desalada, mientras que Tocopilla se abastece en un 100% con agua desalada, lo mismo que Mejillones. En otras regiones del país que consideran proyectos de agua de mar, desalada o salobre, como Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo y Metropolitana, la industria minera proyecta una reducción significativa en el uso de agua continental, como por ejemplo en Tarapacá que alcanzaría un 85%, en Antofagasta un 44%, en Coquimbo en 72% y en la región Metropolitana un 64% para el 2034.
El informe destaca que el agua representa al menos el 60% del PIB del país, ya que es necesaria para la minería, el sector forestal, la agricultura, la industria, el desarrollo inmobiliario y el turismo, por lo que también es clave para la economía. Palacios explica que “para alcanzar la seguridad hídrica que posibilitará el crecimiento económico y demográfico de nuestro país, manteniendo su competitividad en el escenario global y evitando futuros racionamientos que afecten sectores clave, necesitamos realizar una gestión eficiente de los recursos hídricos que se ajuste a la realidad de cada región, y en particular de sus cuencas, invirtiendo en infraestructura y tecnología que permita proveer de agua a la población y actividades industriales y productivas”.
Quien lidera esta transición hídrica es la gran minería del cobre que actualmente usa un 37,2% de agua de mar, desalada o salobre, en sus procesos y que proyecta duplicar esa cifra al 2034, aumentando a un 69,8% del total de agua utilizada, debido al crecimiento, tanto en la cantidad de plantas desaladoras, como en su capacidad de producción de litros por segundo, además de proyectos de uso directo de agua de mar. El vicepresidente ejecutivo de ACADES también menciona que “La reutilización de las aguas residuales es una gran oportunidad en regiones como Antofagasta, Atacama, Coquimbo y Valparaíso en las que podrían abastecerse actividades agrícolas, mineras e industriales”.